Ya es final de mayo. El sol de esta mañana golpea con fuerza mi saco de dormir. Pero mis parpados están de huelga y se mantienen cerrados reivindicando un horario más flexible. Los rayos del sol, ayudados por el canto del gallo, actúan de piquetes, pero el día pasado fue tan intenso y la noche tan corta que no logran intimidación alguna. Estoy semiconsciente-semidormida, acurrucada en la cama/crash-pad (colchon de hacer bloque) de la mejor suite de este hotel mil estrellas. De pronto, mis oídos captan demasiado cerca un mugido. Como si un muelle me hubiera catapultado, me incorporo y me doy de bruces con una vaca! Ella me mira. Parece que esta un poco mosca y no precisamente por todas las que le acompañan. Intuyo, que Rikar, mi coche y yo somos un estorbo en mitad del trayecto hacía su desayuno. A mí, toda la hierva me parece igual, pero para ella, la más fresquita y sabrosa, debe estar justo detrás de nosotros. Finalmente decide dar un pequeño rodeo para salvarnos. Respiro hondo mientras ... seguir leyendo »