El atractivo de este recorrido reside en el entorno y el ambiente. Pequeña garganta que contiene unos rincones magníficos y variados, con una vegetación exuberante, alguna que otra haya de tamaño considerable dentro, en un marco general típico.
El descenso se inicia con un rápel de unos 10/15 m sobre una gran piscina, que introduce al barranquista en un cañón cerrado y sombrío. Poco después, se abre un desfiladero característico por el plano de estratificación que forma un suelo uniforme, y una zona de marmitas bien trabajadas antes del tramo de oscuros final, encajonado.
La visita bien merece realizarla sin prisa, para no perder detalle del entorno.
Agua limpia y cristalina, como la mayoría de la zona, bastante fresca.
Es posible observar diversos troncos encajonados por la corriente, alguno de ellos recubiertos ya por la calcita.
En condiciones normales no ofrece dificultad técnica. Pero tiene zonas encajonadas y una buena cuenca.
El cañón es sombrío, y las pocas fotos ... seguir leyendo »
Las imágenes que ahora presento son diapositivas escaneadas, su calidad, por lo tanto, es deficiente. Además, las diapositivas tienen más de 25 años. Aunque las he guardado con esmero, los originales han perdido algo con el paso del tiempo.
Las fotografías están tomadas en el glaciar de Les Neous, en el Balaitous, y en el corredor del Clot de la Hount, en el Vignemale.
Para mi, las fotos son un recuerdo, innegable.
Entonces, no existían ARVAS, ni el gore, ni casi crampones automáticos ni piolets de escalada. Los esquís eran los yeti. Las fijaciones, Silvretta 400. Mucha variedad no había, precisamente. Los yeti eran bastante polivalentes, funcionaban bien en nieve muy dura, pero parecían dos vigas de hierro. Nada que ver con los modernos esquís de travesía. Las fijaciones, lo mejorcito de la época, dejaban bastante que desear, tanto en seguridad, como en comodidad, como en rendimiento. Había que tener mucho cuidado en las caídas aparatosas porque sólo saltaban con rotación ... seguir leyendo »
El barranco de Trasito es el último aporte que recibe el Yaga de la pala de Montinier por su izquierda orográfica, antes de encajonarse en la garganta de Mirabal.
La parte superior del barranco es más bien un hundimiento tectónico con un par rápeles de entrada y otros dos de salida que bien delimitan el pequeño circo.
Buena parte del habitual caudal del barranco se cuela hacia la cueva de los Arnales, saliendo de nuevo por su entrada, justo debajo del último rápel. En esta boca existe una antigua construcción que estaba destinada al aprovechamiento hídrico.
El descenso no ofrece más complicación, quizás carente de emociones 'deportivas', pero cuenta con algunos rápeles bastante estéticos y un entorno atractivo por la diversidad para el ojo observador.
La actividad se puede completar con una visita al interior de la cueva.
El mayor interés de esta vía ferrata es el puente nepalí que tiene. Un curioso ejercicio de equilibrio durante 80 metros de recorrido aéreo, compensando continuamente el movimiento de ondulación de los cables que, como es natural, no coinciden y te obligan a controlarlos. Vale la pena probarlo una vez, la segunda quizás carezca de emoción. Aunque parece más una atracción de circo que otra cosa.
Aquí presento alguna foto para dar una idea del tema.