Mi segundo viaje a Tanzania fue "volver a casa"; puede parecer un tópico, pero así lo sentí cuando el avión aterrizó en el aeropuerto de Kilimanjaro. Volver a recorrer las calles de Moshi, la algarabía de la estación de autobuses de Arusha, los puestos de caña de azúcar y gajos enormes de naranja, los niños enfundados en sus uniformes escolares, descoloridos del uso generacional (de hermano a hermano), las niñas cogidas de la mano cruzando la calle , con sus cabezas afeitadas y sus faldas de tablas a cuadros camino del colegio; las peluquerías afro-fashion, las tiendas de TODO lo que busques, las matatu (o daladalas) con la música a 200 watios y un look tuneado que más quisieran en Delhi.El musulman reza en cualquier esquina, el evangelista canta hasta el éxtasis en su iglesia abarrotada de feligreses....y el Kilimanjaro de fondo, presidiendo toda la escena. Un gigante de casi 6.000 metros que te observa impávido, con gesto de prepotencia, como diciendo: "dónde irá ese grupo de blancuchos ... seguir leyendo »