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Embajadores de la Antrtida.

Publicado por TrekkingAventura  |  1 comentario




Da 18 de noviembre de 2009, 12h00, estamos en el pasaje Drake. Como acabo de visitar el puente, se que el viento es de 40 nudos y estamos, ms o menos, a la mitad del viaje que nos lleva de vuelta de la pennsula antrtica a Ushuaia. Creo que estamos teniendo suerte con el tiempo y aunque el barco se mueve bastante, se vive razonablemente bien, siempre que ests o tumbado o agarrado a algo slido. Creo que este es buen momento para empezar a escribir algunas notas y reflexiones sobre un viaje que durante 19 das nos ha llevado a las islas Falkland (Malvinas), South Georgia, South Sheatland y pennsula antrtica, embarcados en el Ocean Nova, barco acondicionado para cruceros polares, con un pasaje de 60 personas y una tripulacin de 38. La experiencia ha sido de tal envergadura que con mis ms de 30 aos viajando, he quedado absolutamente impresionado y enamorado de la, probablemente, regin ms inhspita y salvaje del planeta.
EMBAJADOR DE LA ANTRTIDA
Desde la firma del tratado antrtico en el ao 1959, este inmenso territorio, ms grande que Australia, se ha convertido en territorio de paz e investigacin. La devastacin protagonizada por el hombre, desde las primeras exploraciones en el siglo IXX hasta la declaracin del citado tratado y el fin de las actividades de caza de ballenas, fue inmensa. En lugares como las islas South Georgia se lleg a despedazar a 175.000 de estos animales, as como a cientos de miles de focas y elefantes marinos hasta hacerlos desaparecer de su costa, y se introdujeron especies forneas como renos y ratas que han modificado el hbitat de las especies indgenas. La industria norte europea, principalmente noruega, salpico todas las costas con las llamadas "whales stations" donde se procesaban (extraan el aceite) miles de cetceos. Hoy en da existe un casi unnime compromiso de todos los pases del mundo (salvo Japn y Noruega) de establecer una moratoria en la caza de ballenas.
Vivimos en un mundo difcil y no es facil encontrar materias en las que casi todos los pases se pongan de acuerdo y, al menos, en estos dos puntos, se ha logrado. Esto es una buena noticia. Pero sabemos como todo es susceptible de cambio y precisamente por eso debemos estar alerta y vigilantes para que nuestros gobiernos respeten los compromisos adquiridos en el tratado antrtico. Personalmente siempre he defendido, frente a cierto integrismo conservacionista, que la nica forma de preservar ecosistemas, es a travs de un conocimiento responsable que nos permita convertirnos en difusores y defensores de esos lugares nicos del planeta. En el caso de la Antrtida, adems, debemos convertirnos en embajadores de ese pas sin ciudadanos humanos, donde las nicas leyes deben ser las del consenso y donde la nica actividad a desarrollar sobre el terreno, sea la de aprender de nuestros errores y avanzar en el conocimiento cientfico. Tambin deberemos representar a sus autnticos habitantes, esa fauna que durante siglos nos hemos empeado en destruir y que hoy en da vuelve, en algunos casos tmidamente, a reaparecer en un territorio que antiguamente era nicamente suyo.
JAM


Tags: Antrtida

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