A modo de revisión montañera del enigma de la esfinge
En el principio fue el palo.
Al menos desde la revolución neolítica, cuando los pastores que poblaron las montañas por necesidades de su oficio comprobaron que se subían mejor las cuestas con él.
Y así ha seguido siendo durante miles de años hasta que la revolución industrial empezó a complicar las cosas.
Subir montañas, y si es posible hasta su cima, se convirtió en una actividad intelectual. No para los montañeses que, con aspiraciones tan prosaicas como sobrevivir, seguían subiendo cuestas con su palo, sino para los montañeros que desde entonces adujeron razones científicas, estéticas o deportivas; o simplemente ninguna.
Y aquellos ricos ociosos encargaron al herrero del pueblo que mejor le ponía una punta de hierro al susodicho palo; y así nació el bastón herrado o alpenstock. También los pioneros del esquí lo utilizaron como elemento estabilizador en sus deslizamientos. Y la cosa de ir por el monte ... seguir leyendo »